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"Demos a nuestras vidas el sentido fatal y desinteresado de las vidas estelares, liguémonos a un fin único de fraternidad, limpias las almas del egoísmo que engendra el tuyo y el mío, superados los círculos de la avaricia y del robo."
(Tirano Banderas) |
En noviembre de 1931, cuando las Cortes republicanas se hallaban elaborando una nueva Constitución, Valle-Inclán respondía, en una entrevista aparecida en El Sol, con una palmaria declaración que era algo más que una simple boutade:
Yo soy en este punto tan radical, que daría todos los derechos pueriles que nos reconoce la Constitución por una ley que dijera simplemente: Artículo único: Queda anulada la ley de herencia. (Francisco Lucientes, «¿Cómo será España bajo la futura Constitución? Entrevista a Don Ramón del Valle-Inclán», El Sol, 20 de noviembre de 1931, p. 8)
A pesar de la conocida afición del escritor a realizar manifestaciones que escandalizaran a la burguesía del momento, sus palabras sugieren que quien había peleado toda su vida por la independencia y el justo reconocimiento —también económico— del valor de sus obras no debía de andar demasiado preocupado por la cuantificación económica de las mismas después de su muerte. Finalmente aquella Constitución no llegó, como hubiera deseado el escritor, a abolir dicho privilegio.
No sabemos todavía —y es una de las muchas consecuencias del secretismo que, ochenta años después de su defunción, rodea todavía al archivo del escritor— si Valle-Inclán llegó a hacer testamento y las condiciones del mismo. Lo cierto es que, a su muerte en enero de 1936, los derechos de explotación mercantil (no la "propiedad intelectual", que sigue y será siendo del autor) de sus obras pasan a sus hijos, aunque al ser algunos de éstos menores de edad, correspondió a su ex-esposa Josefina Blanco (pese a que el matrimonio se hallaba legalmente separado desde diciembre de 1932) hacer de albacea. Ignoramos en virtud de qué acuerdo, la propiedad de los textos fue repartida de forma no equitativa entre sus tres hijos, correspondiéndole la mayor parte de los mismos, entre ellos Tirano Banderas, al primogénito Carlos del Valle-Inclán. Esa dispersión de la herencia ha traído, por ejemplo, no pocos problemas para la edición de sus obras (casi) completas, que no pudo ver la luz hasta 2002.
Al morir el escritor, la ley entonces en vigor, aprobada en 1879 —la ley republicana, discutida en Cortes a lo largo de 1938, no llegó a entrar en vigor—, establecía el plazo de dicha propiedad en los ochenta años. La Ley de Propiedad Intelectual de noviembre de 1987, si bien dejaba en setenta ese plazo, ordenaba en su Disposición Transitoria Cuarta que "Los derechos de explotación de las obras creadas por autores fallecidos antes del 7 de diciembre de 1987 tendrán la duración prevista en la Ley de 10 de enero de 1879 sobre Propiedad Intelectual"; como consecuencia de ello, y dado que se incluye el año en curso en que caducan los derechos, la obra de Valle-Inclán no ha pasado a dominio público hasta enero de 2017.
No me voy a detener en la larga casuística de anécdotas, a veces caprichosas y pueriles, que ha rodeado la gestión que desde los años cincuenta llevó a cabo Carlos del Valle-Inclán (declarado franquista y Marqués de Bradomín desde 1981) de esa herencia, y que más que favorecer ha dificultado sistemáticamente la investigación acerca de su obra. Lo fundamental del caso es que hasta la muerte del heredero en otoño de 2007 el archivo de Valle-Inclán fue prácticamente inaccesible; en 2008 los nietos del escritor (propietarios ahora de los derechos mercantiles) cedieron el archivo a la Cátedra Valle-Inclán de la Universidad de Santiago de Compostela, pero a día de hoy seguimos sin saber con certeza qué hay en ese archivo, pues sus "tesoros" (en expresión de la directora de la Cátedra) siguen guardados celosamente a la espera de una catalogación y tan sólo unos pocos privilegiados han tenido acceso a ellos; ahora el problema no es tanto el capricho de un heredero como el caciquismo universitario que considera el acceso a los archivos como otra forma de poder (científico, pero también económico, por descontado). Cuando, a finales de 2008 y mientras estaba preparando la edición de Tirano Banderas, me dirigí por escrito a la directora de la Cátedra Valle-Inclán, Margarita Santos Zas, para saber si existía en dicho archivo algún manuscrito u original de la novela y si habría posibilidad de verlo, la respuesta que obtuve fue que hasta que no se publicara el catálogo esa cuestión seguiría siendo un secreto. A día de hoy, la única referencia de que dispongo es la que la propia publicó en el Anuario Valle-Inclán:
Los manuscritos de las obras de Valle-Inclán, sobre los que tantas veces se ha especulado, existen.
[...]
Esto es exactamente lo que contiene este archivo: las "pruebas de aguafuerte" no sólo de la obra ya editada de Valle-Inclán [...]. Se trata nada más y nada menos que del taller del escritor: alrededor de 5.000 páginas escritas de su puño y letra, así como otras debidas a su esposa, Josefina Blanco, que hacía los "traslados para la imprenta. [...] Para ser más concretos y, siguiendo la idea del menos al mas, [...] espigamos entre las cientos de páginas autógrafas de obras editadas y esbozos, borradores o textos completos inéditos, un breve pero significativo muestrario compuesto por pasajes de obras narrativas tan emblemáticas como El Marqués de Bradomín y Tirano Banderas... (Santos Zas, 2008, pp. 5-7)
Por otra parte, hasta que ha llegado el 2017 y se ha liberado la obra valleinclaniana, la realidad es que, desde principios de los cincuenta, Espasa Calpe ha tenido el monopolio (concedido por Carlos del Valle-Inclán en no sabemos qué términos y ratificado, al parecer, por los nuevos herederos) de la edición de Valle-Inclán, un negocio nada despreciable si tenemos en cuenta el prestigio del autor y que Luces de bohemia ha sido durante muchos años lectura obligatoria en la enseñanza secundaria.
En todos estos años la política editorial de Espasa para con Valle ha sido no menos caprichosa y errática; en algunos momentos ha impulsado ediciones críticas y anotadas de algunos textos, como las incluidas en la colección Clásicos Castellanos (Luces de bohemia, Martes de carnaval, las novelas de La guerra carlista); pero hace ya casi dos décadas decidió cerrar dicha colección y desde entonces ha apostado por el lucrativo negocio de reimprimir las ediciones de bolsillo de Austral, que generalmente no llevan ni notas ni aparato crítico, más que por el cuidado filológico en la difusión de los textos.
Es cierto que desde los años 90 (sobre todo a partir de que Espasa Calpe fuera absorbida por el Grupo Planeta) ha autorizado (a veces pidiendo un buen pico) la publicación en otras editoriales; así fue cómo, por ejemplo, gracias a la buena gestión de su director Gabriel Oliver y a la compra de Espasa, pudo ver la luz mi edición de Tirano Banderas (1994) incluida en la colección Clásicos Universales de Planeta; y en los años siguientes se publicaron algunas ediciones orientadas a la difusión comercial y que en ningún caso manifestaron interés por el cuidado textual, como las aparecidas en Círculo de Lectores (1995, con prólogo de Juan Villoro, y 1998, en una lujosa edición con ilustraciones de Alberto Gironella), Edinosa (en su colección Biblioteca de Autores Gallegos, 1997), Ediciones de El Mundo (con prólogo de Darío Villanueva, 1999), la Editorial de El Comercio de Lima (2000), Ediciones de El País (2002), la colombiana Yoyo Libros (en edición sonora, leída por Daniel Quintero, 2002), y la Mexicana de la Universidad Veracruzana (en edición de Sergio Pitol y Juan Villoro, 2006).
Al mismo tiempo, sin embargo, Espasa Calpe ha vetado sin ninguna explicación otras más próximas, como la anunciada por Editorial Crítica (colección Clásicos Modernos), que me fue encargada como actualización de la edición de 1994; este último caso, más inexplicable si cabe por tratarse de una editorial del mismo Grupo Planeta, es además muestra de la falta de respeto y de escrúpulos hacia la labor de quienes estudiamos la obra de Valle-Inclán. Según parece, en el año 2005 los editores de Crítica pidieron verbalmente permiso a Espasa Calpe para publicar la mencionada edición; la primera respuesta de Espasa fue que no habría problema, pero que tendríamos que esperar hasta después de 2006, pues la editorial tenía previsto hacer una edición conmemorativa del setenta aniversario de la muerte de Valle (imagino que para celebrar que, aun a pesar de haber transcurrido siete décadas, todavía les quedaba una más para disfrutar del monopolio). Crítica aceptó la condición y, confiada de la palabra dada, me encargó el trabajo. La sorpresa llegó cuando en 2009, una vez concluido dicho trabajo, Espasa se negó en redondo a autorizar la edición, dejando a Crítica y a este modesto editor en la estacada.
Pero como hay que hacer de la necesidad virtud, fue entonces cuando decidí que si Crítica estaba dispuesta a transigir, yo no; empecé así a preparar esta edición digital que, a mi juicio, aporta un valor añadido al texto, aunque éste propiamente dicho no haya podido ser desvelado hasta este momento. Tuvieron que contentarse los lectores hasta ahora con leer la Introducción y las notas, aunque no era difícil al internauta experto descubrir que en otras latitudes y recovecos del ciberespacio la Novela de Tierra Caliente ofrecía todos sus encantos de forma libre y gratuita.
La eleción de un soporte electrónico tiene algunas ventajas sobre cualquier edición en papel; en primer lugar, por descontado, su bajo coste (aunque haya detrás un dilatado trabajo de edición, muchas horas que han sido únicamente retribuidas por la satisfacción del trabajo realizado) que permite prescindir de los cauces comerciales y ofrecerla directamente al lector (afortunadamente, y en contra del dogma imperante, todavía hay quien considera más importante el valor de uso que el valor de cambio). Se ha utilizado para ello una licencia Creative Commons que permite la copia y reproducción, siempre que se respete el reconocimiento de la autoría y se haga sin ánimo de lucro.
En segundo lugar, la presente edición pretende aprovechar y sacar el máximo partido a las posibilidades hipertextuales de cualquier texto electrónico; no solamente por pemitir enlazar de forma práctica y cómoda las diferentes partes del mismo, sino porque posibilita la conexión con otros textos electrónicos, desde fuentes de información como Wikipedia u otros proyectos colaborativos, hasta estudios sobre la novela que se encuentran ya disponibles en internet, pasando por las bibliotecas y archivos digitales que atesoran algunos de los textos con los que dialoga Tirano Banderas.
Y en tercero, aunque no menos importante, una edición como ésta estimula la creación y la investigación colectivas al abrir el conocimiento a la aportación de cualquier crítico o lector que se interese por la obra y posibilitar la actualización periódica de los nuevos descubrimientos sobre la misma con una inmediatez que resulta difícil en una edición tradicional en papel. Es por ello que emplazo a los lectores a que manden sus aportaciones con la voluntad de irlas incorporando a la tarea de una mejor comprensión de Tirano Banderas y con el compromiso de respetar la autoría de las mismas. Con esa función de reflejar el diálogo que pueda provocar esta edición, he habilitado un «Diario de a bordo» en el que se irán anotando las incidencias que vayan sugiendo a lo largo de la travesía.
No es ésta, desde luego, una tarea inocente y desinteresada; nace con la voluntad de romper tanto con la dominación que sobre la cultura ejercen quienes pretenden apropiársela, como con los oligopolios editoriales y académicos que más que favorecer dificultan el acceso y el conocimiento de los textos literarios. De todos los lectores depende que ese proyecto (que me resisto a calificar de utópico) llegue a ser realidad.
Hoy, el primero de enero de 2017, cuando la obra vallenclaniana a pasado a ser de dominio público y sus textos se pueden reproducir con total libertad, procedo a desvelar el texto de la novela y preparo una versión en formato pdf que reproduce la editada en la página web para uso y comodidad de los lectores.
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Juan Rodríguez
Barcelona-La Habana, febrero de 2012 - enero de 2017 |
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